El 16 de noviembre de 2025 el Ecuador volvió a las urnas y, una vez más, la ciudadanía habló más claro que muchos políticos.
El NO se impuso en las cuatro preguntas de la consulta popular y dejó un mensaje que va mucho más allá de un resultado numérico: el país no está dispuesto a entregar un cheque en blanco a ningún gobierno, venga del color que venga.
No fue una victoria de un partido sobre otro. Fue algo más profundo:
- un rechazo a la improvisación,
- una desconfianza frente a la concentración del poder,
- y una exigencia de soluciones reales a problemas que nos duelen todos los días: inseguridad, crisis económica, falta de empleo y deterioro institucional.
Como ecuatoriano que lleva mucho tiempo viviendo en España, y que mira a su país con amor pero también con preocupación, siento que este NO abre un espacio importante para reflexionar: ¿qué hacemos ahora con este mensaje ciudadano?
1. Lo que el NO sí está diciendo
El NO no es un “no a todo”. Tampoco es un “sí” a ningún caudillo.
Para mí, este resultado expresa por lo menos tres cosas:
- Cansancio frente a las consultas como herramienta de cálculo político. La gente percibió que las preguntas de la consulta no estaban pensadas para resolver de raíz la crisis de seguridad, ni la desigualdad, ni la falta de oportunidades. Más bien, se leyó como un intento de reconfigurar el tablero político, mover fichas institucionales y ampliar márgenes de poder.
- Defensa básica de derechos y de equilibrio de poderes. Independientemente de la ideología, muchos ciudadanos intuyeron que detrás de ciertas propuestas había riesgos para derechos ya conquistados y para los contrapesos democráticos. Cuando un gobierno que ya ha abusado de estados de excepción pide todavía más herramientas excepcionales, la desconfianza es lógica.
- Desconfianza hacia los extremos y sus relatos. Ecuador lleva años atrapado entre dos polos que se alimentan del miedo al “otro”. El NO del 16N también puede leerse como una señal de que una parte importante del país no quiere seguir atrapada en esa pelea de bloques, sino que busca salidas más serias, responsables y centradas en el bien común.
2. Mirar al Ecuador desde España: lo que enseña la diferencia institucional
Llevar tantos años en España me ha permitido comparar dos realidades políticas muy distintas. No es un país perfecto, ni mucho menos. Aquí también hay crisis, polarización, errores de gobierno y tensiones políticas fuertes.
Pero hay algo que marca una diferencia clara con respecto al Ecuador: las reglas del juego no se rompen cada vez que el gobernante de turno se siente incómodo.
- Los estados de excepción tienen controles y plazos.
- Los tribunales pueden fallar contra el gobierno sin convertirse automáticamente en “enemigos del pueblo”.
- Nadie plantea reescribir la Constitución cada pocos años para adaptarla al proyecto político del momento.
En Ecuador, en cambio, arrastramos un retraso institucional y democrático que se refleja en varias cosas:
- se normaliza la idea de “cambiarlo todo” cada vez que cambiamos de presidente;
- se usa la seguridad como argumento para justificar cualquier exceso;
- se ataca a jueces, periodistas u opositores cuando no se alinean con el poder; y se somete a la ciudadanía a consultas mal explicadas que no abordan su realidad diaria.
Por eso el 16N es importante: fue una de las pocas veces en que ese retraso institucional se enfrentó con una respuesta simple pero contundente:
“No creemos en esta propuesta. No así. No de esta manera.”
3. La responsabilidad del gobierno… y también de la oposición
El resultado del 16N deja tareas para todos.
Al gobierno de turno, el mensaje le dice:
- Deja de gobernar a punta de decretos y excepciones permanentes.
- No uses la seguridad como escudo para cualquier reforma.
- Antes de pedir más poder, muestra resultados reales en seguridad, economía y servicios básicos.
- Aprende a dialogar con quienes piensan distinto y respeta los límites que marca la Constitución.
Pero la oposición tampoco puede celebrar sin autocrítica:
- El NO no es un “mandato” para volver al pasado.
- No es una licencia para la revancha política.
- No autoriza a nadie a bloquearlo todo para sacar ventajas electorales.
Si gobierno y oposición leen el resultado solo en clave de quién “ganó” la jornada, perderemos todos.
Si en cambio se reconoce que fue un voto de defensa de derechos y de exigencia de seriedad, puede abrirse un espacio para cambios más responsables.
4. Qué tipo de liderazgo necesita hoy el Ecuador
Creo que Ecuador ya ha tenido demasiados “hombres fuertes” que prometen arreglarlo todo desde arriba y terminan debilitando más las instituciones.
El liderazgo que creo que necesitamos tiene otras características:
- Democrático de verdad. Que entienda que el poder tiene límites, que los controles son sanos, y que perder una votación o un fallo judicial no significa que el país se derrumbe.
- Institucional. Que apueste por fortalecer la justicia, la transparencia, el control del gasto, la calidad del servicio público, en lugar de gobernar solo con marketing y redes sociales.
- Basado en el imperio de la ley. Que entienda que los derechos no son favores del gobierno, sino garantías que deben respetarse siempre, incluso cuando resulta incómodo.
- Cercano a la gente, no solo a los bloques políticos. Que escuche a quienes no militan en ningún partido, a las víctimas de la violencia, a los jóvenes que quieren irse del país, a los migrantes que siguen enviando remesas y sosteniendo la economía familiar desde fuera.
Desde España he visto cómo una democracia madura se construye con tiempo, con errores y correcciones, pero siempre con reglas estables.
Quiero que Ecuador pueda recorrer ese camino sin seguir sacrificando generaciones en experimentos de fuerza, polarización y promesas incumplidas.
5. Qué hacemos con este NO: no apagar la conciencia ciudadana
El 16N ya pasó. El mapa político se moverá, los análisis irán y vendrán, y pronto llegarán nuevas coyunturas.
Pero hay algo que no deberíamos perder:
- la capacidad de cuestionar lo que nos proponen,
- la valentía de decir NO cuando algo amenaza nuestros derechos,
- y la madurez de entender que defender la Constitución no es ser de un bando u otro, es ser republicano, es creer en un Estado que se rige por leyes y no por caprichos.
El día después del 16N nos plantea una pregunta simple pero profunda:
Si ya fuimos capaces de decir NO a una propuesta que no nos convencía,
¿seremos capaces ahora de construir juntos el SÍ que el país necesita?
Un SÍ a la justicia, a la seguridad con derechos, a la transparencia, a la educación, a la salud, a la dignidad.
Ese es el debate que vale la pena. Ese es el camino que debemos recorrer.


