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Ni borregos ni salvadores: aprender a discrepar sin destruirnos tras el 16N

 


En los últimos días, después del 16N, he leído muchos mensajes en grupos y redes: unos celebran, otros se lamentan, y no faltan los que resumen todo en etiquetas duras como “borregos”, “no pensantes” o “cómplices de la corrupción”.
A raíz de un artículo que publiqué en mi blog sobre la consulta, también recibí comentarios que no compartían mi punto de vista. Y está bien que así sea.

Por eso decidí escribir este nuevo texto: no para convencer a nadie de que piense como yo, sino para dejar clara una idea sencilla que, si la olvidamos, va a costarnos muy caro como país:

En democracia se puede discrepar sin destruirnos.

1. Opiniones, no verdades absolutas

Lo primero que quiero subrayar es algo obvio, pero que se nos olvida con facilidad:
lo que cada uno escribe, comparte o defiende es una opinión, no una verdad revelada.

Cuando publico en mi blog, no hablo en nombre de un partido ni de toda la diáspora ecuatoriana. Expreso mi lectura de la realidad, con mis experiencias, mis errores y mis límites.
Lo mismo ocurre con cualquier ciudadano: puede ver el 16N como una victoria, una derrota o una oportunidad perdida, y tiene derecho a decirlo.

El problema empieza cuando dejamos de ver al otro como alguien con quien discrepo, y lo convierto automáticamente en:

  • enemigo,
  • traidor,
  • borrego,
  • o cómplice de la delincuencia.

En ese punto ya no hay debate, solo guerra de etiquetas.

2. El NO y el SÍ: detrás de cada voto hay historias reales

Una de las cosas más injustas que he leído estos días es la idea de que:

  • quien votó NO está “a favor de la delincuencia” o “quiere que el país se hunda”;
  • y quien votó SÍ es “autoritarista” o “no entiende de derechos”.

La realidad, como casi siempre, es más compleja.

  • Mucha gente votó NO porque no confía en entregar más poder a un gobierno que ya ha abusado de estados de excepción, ha tenido choques con la justicia y no ha mostrado resultados claros en seguridad.
  • Mucha gente votó desde la desesperación: vive con miedo, siente que el país se le escapa de las manos y se aferra a cualquier propuesta que prometa orden.

¿Hay personas que votaron mal informadas? Por supuesto.
¿Hubo propaganda de lado y lado? Sin duda.
Pero reducir millones de decisiones a “ganaron los borregos” o “ganó la corrupción” es no querer entender nada.

El dato duro es uno: la mayoría no se convenció de que esta consulta fuera el camino correcto. Eso no hace santos a unos ni demonios a otros, pero sí manda un mensaje que cualquier gobierno democrático tiene la obligación de escuchar.

3. Vivir fuera y aprender otra cosa de la política

Llevo muchos años viviendo en España. Eso me ha permitido mirar al Ecuador con cariño, pero también con cierta distancia.
Aquí también hay corrupción, polarización y errores graves. No es un modelo perfecto. Pero hay una diferencia que marca mucho:

  • los estados de excepción no son la forma normal de gobernar;
  • los tribunales pueden fallar contra el gobierno y no por eso se los trata como enemigos;
  • nadie plantea cambiar la Constitución cada poco tiempo para adaptarla al presidente de turno.

En Ecuador, en cambio, nos hemos acostumbrado a:

  • pensar que la salida siempre es más poder para alguien,
  • creer en “hombres fuertes” que prometen arreglarlo todo,
  • y usar el miedo (a la delincuencia, al correísmo, al anticorreísmo, a lo que sea) para justificar cualquier cosa.

La seguridad no se construye solo con más cárceles o más militares, ni la justicia se fortalece solo cambiando leyes.
Se construye con instituciones sólidas, controles reales al poder, justicia que funcione, educación, oportunidades y respeto a la ley para todos.

4. La responsabilidad del gobierno… y también de la oposición

El resultado del 16N deja tareas para todos.

Al Gobierno, le recuerda que:

  • no se puede gobernar eternamente a punta de decretos y excepciones,
  • no se puede pedir más poder sin mostrar resultados concretos,
  • y no se puede tratar a los críticos como enemigos internos.

A la oposición, le recuerda que:

  • este NO no es un mandato para volver al pasado,
  • no es una licencia para bloquearlo todo solo por cálculo electoral,
  • ni es una invitación a seguir apostando por el enfrentamiento eterno.

Si cada bando traduce el resultado en “yo tenía razón y tú no”, perdemos otra vez el punto central: la gente está cansada de abusos, de improvisación y de discursos vacíos. Quiere seriedad, resultados y respeto.

5. Discrepar sin destruirnos: la verdadera prueba que viene

Lo que más me preocupa no es solo el resultado de una consulta, sino el tono con el que nos estamos hablando los ecuatorianos, dentro y fuera del país.

Si cada debate termina en insultos, si todo se reduce a blanco o negro, si cualquier voz crítica es tachada de “vendida” o “fanática”, entonces ninguna reforma —sea del SÍ o del NO— va a salvarnos.

El reto que tenemos por delante es otro:

  • recuperar la capacidad de escucharnos sin gritar,
  • discutir con argumentos, no con cadenas de WhatsApp,
  • y entender que defender la Constitución y los derechos no es ser de un bando, es ser republicano.

6. El camino que debemos recorrer

El 16N ya quedó atrás, pero las preguntas importantes siguen ahí:

  • ¿cómo mejoramos la seguridad sin destruir garantías básicas?
  • ¿cómo fortalecemos las instituciones sin caer en la tentación del caudillismo?
  • ¿cómo hacemos política sin tratarnos como enemigos irreconciliables?

No tengo todas las respuestas. Lo que sí sé es que ninguna salida será posible si seguimos llamándonos borregos, vendidos o fanáticos entre nosotros.

El día después del 16N nos deja, al menos, una oportunidad:
recordar que pensar distinto no nos hace menos ecuatorianos.

Ese es el debate que vale la pena.
Ese es el camino que debemos recorrer.

Manuel Guamán Guerra

Creo en un mundo mejor, con ciudadanos inteligentes, honestos, creativos, trabajadores e independientes, convencidos de que un país o sociedad crece cuando su gente se somete al Imperio de la Ley. Es importante que trabajemos juntos para construir un mundo mejor para todos y que cada uno de nosotros haga su parte para hacer realidad este sueño.

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